lunes, noviembre 21, 2005

El largo camino de la mente a la mano




En ajedrez, el alfil se coloca junto al rey al principio de la partida.
Sólo somos piezas que alguien mueve a su antojo,
con una precisión matemática,
manejables, como plastilina...
que no se endurece, no se seca, siempre vulnerable.
Al rodarla,
va impregnándose de las cosas que encuentra a su paso,
la tierra, la suciedad del suelo, las marcas digitales...
Del tablero bicolor a lo gris de la rutina.
La vida a secas: los cambios de rumbo,
los cruces peligrosos que tenemos que dejar atrás,
la estúpida presunción de que todo será igual...
incluso después del desastre.
En cualquier momento,
lo blanco puede volverse negro.
Insólita jugada.
La mirada serena, la amabilidad calculada,
nadie ríe, ni hace muecas,
ni da un paso como no sea que le haya llegado el turno de intervenir.
Y sécate el agua del corazón que te empaña los ojos,
pues la etiqueta severa descarta la espontaneidad.
Entre los adversarios,
surge la misteriosa atracción
y se pasa del deseo al miedo,
del odio a la pasión,
vidas que viven pendientes de su final.
Una partida, en la que veo la necesidad de ser ganada...
para así entender que tengo un rival.


Audio:Isobel Campbell and Mark Lanegan-“Ramblin’ Man”

1 Comments:

Blogger Nakazanius said...

Las piezas carecen de inercia. No creo que seamos piezas, sólo pensamos que las cosas se simplifican interpretando el papel de alfil blanco en el que percutir es lo único que cuenta. Saca las manos de los bolsillos, es tu turno.
(Sonó duro. Enorme última frase.)

25 noviembre, 2005  

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